Panic show, telón de fondo de la refundación

Panic show, telón de fondo de la refundación

“Uno no termina de espantarse por una cosa que ya tiene que espantarse por otra”, Tute.

 

Introducción:

La sucesión de malas noticias parece no tener fin, mientras lxs argentinxs, que no terminamos de convencernos de la lógica japonesa que ve en cada crisis una oportunidad, optamos por el pesimismo sin salida. No es para menos. En este artículo, para explotar un concepto quizás más afín a nuestras costumbres, preferimos ratificar el conocido: “No tenemos nada que perder”.

Cuando a la suma de todos los males libertarios se agregan la pobreza, el industricidio, el desempleo, es decir, la decadencia nacional , y la noche de los tiempos desempolva las ruinas del patriarcado, de la violencia de género, del negacionismo, es difícil encontrar argumentos -más allá de lo deportivo- para reivindicar el ser argentino. Empecemos por valorar aquellos principios cuya vigencia demandó denodadas luchas y sacrificios: el federalismo, la democracia, la participación ciudadana.

Nuestro federalismo, es decir, la resistencia a depender de un centralismo absorbente y privilegiado, arrancó con los orígenes de la Patria, y su inclusión formal en la Constitución liberal fue lograda por los alzamientos montoneros del interior durante el siglo XIX.

La democracia es una trabajosa construcción aún vigente, que con frecuencia sucumbe ante los círculos de poder. Por ello también la participación ciudadana sufre los flujos y reflujos de la esperanza y de la frustración.

Desde hace 80 años, cuando el peronismo adquirió la categoría de movimiento político -antes que de partido-, la vida institucional del país tuvo que ver con su presencia y sus características según cada etapa, aunque el componente popular con el que se lo identifica hizo imposible su cooptación definitiva por los modelos minoritarios y extranjerizantes. De ahí los intentos por convertirlo, ya sea en un partido aburguesado e incorporado al establishment, o lisa y llanamente por desaparecerlo. Todas las dictaduras que padeció la Argentina desde el golpe de estado de 1955 tuvieron este último objetivo. La dictadura de 1976 llevó el plan hacia la desaparición de toda una generación de compatriotas.

En este siglo XXI los avances tecnológicos han permitido perfeccionar los mecanismos para voltear gobiernos y para burlar la voluntad popular, toda latinoamérica es testigo de la intromisión de las potencias y de los sectores dominantes de esos países para perseguir y debilitar sus expresiones de soberanía y autodeterminación. Por tanto, el objetivo estratégico de la etapa, con más razón tras la experiencia de los 12 años de gobierno kirchnerista, es destruir al movimiento que desde mediados del siglo XX perdura como herramienta de participación y de transformación en el cono sur de América -tan próximo al continente antártico-.

Desde hace un tiempo el movimiento popular carece de conducción, a esa debilidad interna se suman la derrota y sus emergentes, como las traiciones personales y la desvirtuación de principios, para arrimarlo a la cultura neoliberal. No es de extrañar que en la confusión estallen las contradicciones, y que en esas divisiones, la identidad -aquello que el sistema no puede capturar- sea pasto de la propaganda y las operaciones del sistema dominante.

 

Propuesta:

Esto nos lleva a considerar que, así como el centralismo es la real expresión de nuestro modelo económico y de las manifestaciones de poder, las crisis nacidas en la Capital Federal, con sus apelaciones al internismo, a las roscas, a las ambiciones personales, tienen una repercusión que daña a todo el tejido social y político articulado en torno al peronismo en el interior del país. La sucesión de escándalos surgidos en la vida privada de relevantes figuras, como el ex presidente Alberto Fernández, así como antes ocurriera con el ex intendente de Lomas de Zamora, Martín Insaurralde, que habilitan por estos días las disquisiciones periodísticas sobre “la muerte del peronismo”,se convierten en duros golpes para las convicciones populares y democráticas. No sería la primera vez que desde los ámbitos de poder se dictamina la “domesticación del hecho maldito del país burgués”, pero para que ello no ocurra no bastan hoy las proclamas y consignas vaciadas de su poder cuestionador, el movimiento popular necesita pasar hoy a su “etapa de refundación”.

No alcanza la convocatoria a elecciones internas de noviembre en el partido justicialista, se requiere poner en tensión las formas organizativas y las prácticas asumidas. Las estructuras del campo popular puestas en revisión, un proceso de emergencia para salir fortalecidos a disputar con los verdaderos culpables de la postergación nacional. Con mucha humildad, desde una provincia siempre sometida al vaivén de una dependencia que no hace más que reproducir la que ejercen las grandes potencias sobre el país, instamos a cada uno de los espacios y agrupaciones que hemos sabido construir, y con los cuales compartimos jornadas de lucha para garantizar y conquistar derechos hoy cuestionados, a “Volver al Llano”.

Una posibilidad sería poner en suspenso las fronteras de agrupaciones y sellos, llevar el debate a cada ámbito y espacio del territorio, en un marco de respeto y amplitud geográfico e institucional. No se trata de una sangría de autocrítica para los medios, sino de una puesta en común de la capacidad transformadora del movimiento y de los compromisos éticos de la militancia.

Para no esconder la basura debajo de la alfombra deberíamos reconocer la crisis que nos condujo hasta acá. Porque si fuera por señalar responsables cabría preguntarse: “¿En qué momento desistimos de la voluntad de construir escenarios para que desde allí, a partir de la idea y de su puesta en práctica, la dialéctica del proceso cambie por igual a los impulsores y a las condiciones materiales”.

“Volver al llano” para salir fortalecidos. Leer la realidad en diálogo con la comunidad. Cuando antes de retornar al país después de 17 años de exilio el general Perón dijo: “Peronistas somos todos”, que sonó como humorada, tenía también, en el contexto de violencia y división que fracturaba a la Argentina, un componente serio. Tal como aparece planteada hoy la disputa contra la oligarquía que fogonea las divisiones y desencuentros, restablecer la importancia de la política, y recuperar la participación ciudadana desde lo comunitario y lo solidario, adquiere condición revolucionaria.

Cuando la derecha nos lleva a su terreno -como cuando un general elige el lugar para la batalla- tiene asegurada la victoria. Nosotros, como pueblo, podemos y debemos elegir un territorio resistente al bombardeo mediático. Allí donde las redes se estrellan contra la realidad es donde la política conserva sentido, y desde donde puede crecer.

Solo hace falta una agenda que en no más de tres puntos nos permita evaluar “¿Porqué llegamos hasta acá? ¿Hacia dónde queremos ir? y ¿Cómo lo haremos?”.

Algunos dirán que es una propuesta absurda, que los sellos dotan de identidad a sus portadores, que es un delirio. Por último me remito a un fragmento final de “Caer en la trampa y salir con vida” : “En un momento en el que los políticos, en los cuales habían puesto sus esperanzas los enemigos del fascismo, andan por los duelos, agravando su derrota con la traición a la propia causa, lo que estas reflexiones pretenden es liberar a los hijos del siglo de las redes en las que les han aprisionado”. Walter Benjamin.

 

Por Carlos “Cacho” Quirós

Barranqueras - Municipio de todos

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